Una vez que llega a las malterías, la cebada se remoja para activar las enzimas, que comienzan a convertir el almidón en azúcar. Tan pronto como ese proceso comienza, se detiene.

Luego, la cebada se seca en un estado latente, de lo contrario, el proceso de crecimiento consumirá todo el azúcar que es esencial para crear whisky.

La cebada latente se lleva luego a la destilería de Strathisla.

En la cuba de maceración, se agrega agua en cuatro etapas a diferentes temperaturas para no dañar la cebada y desactivar las enzimas. La temperatura general se aumenta de 65.5°C a 90°C durante un período de seis horas y al final del proceso se produce un líquido dulce conocido como mosto. Esto es lo que se lleva al siguiente paso de la elaboración del whisky.

La molienda sobrante se recicla a través de la producción de energía o como alimento para el ganado y las aguas tibias se pasan a través de intercambiadores de calor para reciclar el calor, lo que maximiza la eficiencia de nuestra destilería. Esto aumenta en gran medida la sostenibilidad de nuestro proceso de elaboración de whisky.

Este luego pasa a los destiladores de alcohol y se somete nuevamente al mismo proceso, pero esta vez el alcohol está en un porcentaje mucho más alto. De este proceso salen diferentes tipos de alcohol, algunos demasiado fuertes (las cabezas) y otros demasiado débiles (las colas), que se volverán a someter al proceso junto con el siguiente lote.

Un líquido con entre el 65-70 % de alcohol conocido como corazón es lo que recolectamos en el receptor de alcohol, que luego llena nuestras barricas. Luego se madura en estas barricas hasta que se haya añejado lo suficiente y se hayan desarrollado sus sabores. Solo entonces está listo para la magia de la mezcla y los acabados selectivos en barrica.